El final de Mourinho en el Real Madrid va a ser muy largo, ruidoso y calurosísimo. Queda un eterno mayo por delante y un tramo absurdo de Liga que se mete hasta en junio. Sacan pecho ahora sus críticos más feroces y lloran sus 'groupies' más fanáticas mientras echan la culpa de su adiós a una conspiración mediática perfectamente coordinada. Curiosa teoría, porque los periodistas españoles —'aggressivi y disordenati', según un antiguo jefe de prensa de Ferrari— no nos ponemos de acuerdo ni para hacer preguntas en una rueda de prensa pero, eso sí, somos capaces de tejer una campaña demoledora para cambiar a un entrenador.
Al portugués no le va a echar del Bernabéu la prensa, ni siquiera ese vestuario en rebeldía. Su sentencia la firmó la pelota. Ni siquiera él, el más especial de los técnicos planetarios, va a escapar de la justicia futbolera, la del balón que entra y la derrota que desgasta. El escándalo que provoca su figura no le ayuda en estos momentos, con tanto enemigo generado y tanta gresca con sus futbolistas, pero Mourinho se va a marchar por no ganar en el campo lo que debía, como cualquier otro colega de banquillo.
El arranque liguero
A Jupp Heynckes parece ahora que le despidió el Real Madrid tras ganar la Copa de Europa de 1998 a petición de los jugadores, pero su finiquito estaba firmado antes de la final de Amsterdam por culpa de una temporada nefasta en la Liga, con el equipo en puestos de la antigua UEFA. Y a Del Bosque, en 2003 con Liga ganada incluso, fue la caída en semifinales de la Champions ante una Juventus menor lo que terminó con su etapa. ¿Alguien cree que la fe en Tito se habría mantenido para el próximo año en el Camp Nou si no tuviera el título de Liga en el bolsillo?
El proyecto de Mourinho se quemó en apenas mes y medio, en ese desastroso arranque de temporada, tirando la Liga en las primeras jornadas. Venía el equipo de firmar el campeonato de los récords, con la decepción de la Champions ante el Bayern bien disimulada en el imponente derrocamiento al Barcelona, Supercopa incluida meses después. Volaba ese Madrid y hasta Mourinho quiso renovar hasta 2016. No le importó entonces ni la prensa (la misma que ahora es 'la culpable' de su marcha) ni el vestuario (el mismo también ahora).
Grietas en el vestuario
En los primeros pasos por la Liga se ahogó el proyecto de Mourinho, siendo durísimo el día a día cuando en la tabla el Madrid aparece a 18 puntos del Barcelona. Entonces las grietas del vestuario fueron más hondas, los enemigos periodistas más fieros y su verborrea (contra la cantera) menos tolerable en el club. Ahí se empezó a hablar del adiós en junio y seguramente ahora, como al pobre Heynckes, ni la Décima le habría salvado.
De haber sido los blancos los que hubieran viajado por la Liga con el Barça a un mundo, quizá la historia sería otra. Incluso se habría perdonado, como el año anterior, la debilidad en las citas claves de la Champions. Entonces, de semifinales sí se podría haber seguido viviendo.

En un par de años...
Pero todos, los 'antis', los 'pro' y los 'pseudo', deben tener claro que con Mourinho o sin él, el Madrid seguirá teniendo un equipo fabuloso la próxima temporada. Quedó demostrado en la noche de furia de la pasada semana ante el Borussia, tarde y mal, pero exhibiendo los valores intrínsecos del escudo y el talento que guarda ese bloque.
Quizá la plantilla excepcional del Madrid no requiera al entrenador más especial del mundo para seguir logrando títulos e incluso para jugar con más valentía cuando la Champions se empina. En Italia ha ganado Conte la Liga con la Juventus, en Alemania Heynckes va camino de firmar un curso glorioso y en Inglaterra Ferguson lleva una vida ganando títulos sin carga de excesos, protagonismo o conflictos.
Mourinho es un magnífico entrenador de fútbol y ha sido divertido tenerlo por Madrid un tiempo, apasionante para los aficionados y también para el periodismo deportivo, a pesar de los choques y la clausura a la que sometió al club. Seguramente tanto le echarán de menos los que le aman como los que le odian, aburridos a partir de julio sin el malo de la película. Pero todos tranquilos, porque antes de lo que parece volverá. En un par de años comenzará a echar de menos el clima de Madrid, la sapiencia del Bernabéu, sus amigos del vestuario y hasta a la crítica prensa de la capital
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